Otras películas más comerciales han utilizado el poder narrativo de las injusticias derivadas del acoso escolar hacia los más débiles con indudable éxito. Un ejemplo es Karate Kid (John G. Avildsen, 1984), un film que ocupó los lugares más destacados de la cartelera al final de la década de los 80, motivando varias secuelas, muchas de ellas claramente innecesarias.

Esta película se basó en el cuento A veces el corazón de la tortuga escrito por  Kenzaburo Oe en 1982. Este relato corto habla, como la película, de Daniel, un joven que debe mudarse de ciudad, viéndose obligado a enfrentarse a un enemigo con la ayuda de un viejo japonés. A diferencia de la obra llevada a la gran pantalla, el cuento utiliza un simbolismo mágico muy en la línea de los relatos del inigualable Jorge Luis Borges.

Karate Kid tiene enormes ventajas a la hora de ser utilizada como herramienta para tratar el tema del bullying, como por ejemplo el hecho de ser tremendamente amena, fácil de ver por todo tipo de público, sin por ello dejar de lado el mensaje central: el acoso en las escuelas requiere hacerle frente, no dejando que dicho problema sea tapado por una cortina de silencio y complicidad. De igual manera el papel del matón es analizado en esta obra; Johnny (William Zabka), es un apuesto estudiante que destaca en el deporte, de una elevada clase social, pero que debe hacer frente a la presión a la que le someten los adultos en su vida con las pocas herramientas que conoce. Por ello, a pesar de utilizar la violencia como medio de dominación durante todo el film, queda un atisbo de esperanza al final, cuando en un fugaz instante acepta su derrota ante Dani Larusso e implícitamente, la de sus propios planteamientos.