Uno de los muchos problemas que no quedaron resueltos con la finalización del régimen del apartheid fue el de la reconciliación entre víctimas y verdugos. Zulu (Jérôme Salle, 2013) aborda esta cuestión en un thriller policíaco que se desarrolla en los suburbios de Ciudad del Cabo.
Salle narra la historia de unos policías que deben descubrir al asesino de una joven blanca de buena familia. Este será el punto de partida de una trama que se irá complicando a medida que avance la película, e introduciendo al espectador en el sórdido mundo de las bandas criminales que han tomado el control de algunos de los barrios de la ciudad.
Los dos protagonistas Brian Epkeen (Orlando Bloom) y Ali Sokhela (Forest Whitaker) deberán enfrentarse a sus propios demonios para lograr avanzar en una investigación con multitud de ramificaciones que se adentran en empresas y corporaciones cuyo poder proviene de los años oscuros del apartheid.
Ali, quien sufrió los efectos de la represión de aquel nefasto régimen, mantiene el rol conciliador que muchos sudafricanos se vieron obligados a adoptar, pero carente de convicción. Así pasará de citar a Mandela al inicio de la película (Si quieres hacer las paces con tu enemigo tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se convierte en tu compañero) a adoptar una postura revanchista al buscar venganza por la muerte de sus seres queridos (No te atrevas a darme lecciones, me sé esta mierda de memoria, llevo 40 años recitándola)
Zulu se estrenó en el Festival de Cannes de 2013 cosechando una buena acogida por parte del público, aunque no llegaría a las salas de cine por el miedo de los productores de que la violencia de su temática y de sus imágenes produjeran un rechazo por parte del público estadounidense.